La epilepsia es un trastorno del cerebro en el que grupos de células presentan exceso de descargas eléctricas y transportan las señales de forma sobrepasada.

Este trastorno se asocia a determinados síntomas que pueden variar en función del territorio cerebral afectado: movimientos con espasmos, fenómenos sensoriales, emociones o pérdidas de conocimiento, períodos de confusión, fijación de la mirada, etc. Estos síntomas pueden detectarlos tanto la persona que los padece como cualquier otra que lo observe en el momento en que los sufre.

La epilepsia puede aparecer a cualquier edad. Afecta tanto a niños como a adultos, pero la epilepsia primaria suele iniciarse a edades tempranas de la vida. En un número muy reducido de casos, aquellos en los que no se controla la frecuencia de las crisis, y debido a sus efectos sobre el sistema nervioso central, puede tener como consecuencia una lesión cerebral permanente generadora de invalidez y discapacidad grave.

La mortalidad está relacionada con complicaciones graves como el estado epiléptico o con la aparición de crisis en situaciones laborales o ambientales de riesgo, como el trabajo en andamios, la conducción de vehículos, etc.

Síntomas de la epilepsia

La sintomatología es diversa según el área cerebral afectada:

  • Espasmos o convulsiones.
  • Experimentación de fenómenos sensoriales.
  • Pérdidas de conocimiento.
  • Periodos de confusión.
  • Fijación de la mirada.

Las crisis epilépticas son muy frecuentes; 3 de cada 100 personas tienen. El diagnóstico implica repetición de crisis y ésta ocurre en 1 de cada 100 personas.

Tratamiento de la epilepsia

El tratamiento de la epilepsia se realiza, fundamentalmente, con fármacos y de forma ambulatoria. Existe un amplio arsenal de medicamentos antiepilépticos a utilizar adecuadamente según el tipo de epilepsia y el paciente. En algunos casos, es importante conocer el nivel de medicamento en sangre para establecer con seguridad la dosis necesaria.

El tratamiento puede ser retirado si no se producen crisis en un período de tres a cinco años. Entre un 10 y un 20% de los pacientes no responden al tratamiento y en éstos es necesario revalorizar el diagnóstico y estudiar la posibilidad de tratamiento quirúrgico. Aproximadamente, la mitad de estos pacientes podrán beneficiarse de la cirugía. Por último tendrán indicación quirúrgica un 1,5% de los pacientes catalogados definitivamente como resistentes al tratamiento.

Las líneas de investigación terapéutica están estableciendo si el trasplante de células productoras de GABA (ácido gamma-aminobutírico), un neurotransmisor inhibidor, puede servir para controlar las crisis.

Prevención de la epilepsia

La prevención puede basarse en el control de los desencadenantes o de las causas que, en buena parte de las ocasiones, tienen que ver con la aparición de la crisis:

  • Alteraciones del ritmo sueño-víspera: la privación del sueño tiene efectos sobre la actividad eléctrica cerebral.
  • Consumo de alcohol: por daño cerebral secundario al consumo o por efecto agudo y directo del consumo.
  • Menstruación: los cambios hormonales del ciclo o la retención de agua que le acompaña.
  • Estrés físico (infecciones, quemaduras graves, cirugía mayor, traumatismo grave).
  • Estrés psíquico o emocional.
  • Fármacos: algunos antidepresivos, barbitúricos, benzodiacepinas, antihistamínicos, etc., por el uso de dosis elevadas o por su supresión brusca.
  • Enfermedad cerebrovascular: las lesiones por infarto o derrame cerebral.
  • Tumores cerebrales.
  • Epilepsias reflejos: estímulos luminosos o acústicos muy intensos pueden desencadenar este tipo de crisis.