El tabaco supone un grave problema para la salud pública. Su consumo provoca múltiples enfermedades cardiopulmonares como el cáncer de pulmón.
Durante la vejez se multiplican los casos de este tipo de patologías. Por ello, los médicos recomiendan no fumar, especialmente, en la tercera edad.
El consumo continuado de tabaco provoca incontables problemas para la salud. Fumar en la tercera edad conlleva riesgos gravísimos. Tal y como informa el Ministerio de Sanidad, las principales enfermedades relacionadas con el consumo de tabaco son las siguientes:
- Cáncer de pulmón.
- Bronquitis crónica.
- Enfisema pulmonar.
- Angina.
- Accidentes cerebrovasculares como hemorragias, trombosis o embolias.
- Úlcera gastrointestinal.
- Cáncer de laringe.
- Cáncer bucofaríngeo.
- Hipertensión arterial.
- Cáncer renal o de las vías urinarias.
- Impotencia sexual.
- Hipertensión arterial.
- Gastritis crónica.
- Infarto de miocardio.
Fumar en la tercera edad no sólo provoca enfermedades en quienes consumen el tabaco activamente. Las personas que rodean al fumador acaban convirtiéndose en fumadores pasivos. En ellos, aunque en menor medida, también aumenta el riesgo de que aparezcan estas patologías.
Dejar de fumar en la tercera edad
Dejar de fumar en la tercera edad no es una misión fácil aunque tampoco imposible. Pese a que debemos poner de nuestra parte, las ventajas de dejarlo son muchas. Entre ellas se encuentran las siguientes:
- Prevención de enfermedades relacionadas al tabaco.
- Mejora del olor personal.
- Recuperación del gusto.
- Recuperación del olfato.
- Ahorro económico importante.
- Perdida del color amarillo en dedos y uñas.
- Mejora de la salud bucodental.
- Recuperación de la resistencia y las capacidades pulmonares.
- Mejora la salud de las personas que te rodean.
Consejos para dejar de fumar
Llevar una vida saludable: cuando realizamos ejercicio me manera diaria, nos alimentamos de manera saludable e incorporamos hábitos saludables en la rutina, reducimos la ansiedad generada por el tabaco.
Evitar tentaciones: mantener mecheros y cigarrillos lejos de nuestro alcance.
No caer ante la presión social: cuando gente de nuestro entorno fuma, podemos sentirnos tentados a encendernos un cigarro. Debemos evitar esas pequeñas reuniones sociales.
Encontrar un sustitutivo comestible o masticable: en los momentos de ansiedad, mascar chicle o comer un snack puede aliviar nuestras ganas de fumar.
Acudir a un profesional de la salud: un experto puede darnos los mejores consejos acerca del tema además de recomendarnos parches o medicamentos que nos guíen a conseguir nuestro cometido.
Escribir una lista de razones por la que no fumar y tenerla en consideración: si las leemos de vez en cuando, nos servirán de motivación para lograr nuestro objetivo.
Apoyarse en familia y amigos: las personas que más nos quieren nos ayudarán a no desistir en los momentos de flaqueza.
Encontrar actividades que nos distraigan: mantener la mente ocupada nos calmará las ganas de fumar.
Cambiar hábitos en nuestras rutinas: debemos analizar qué circunstancias nos llevan a querer fumar y evitarlas o corregirlas.
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