Las residencias de ancianos y centros de día están considerados como lugares donde las personas mayores reciben los cuidados y la atención que necesitan durante la última etapa de su vida.
No obstante, no siempre se ha tenido esta visión del ingreso de un padre, madre, tío, hermano, cónyuge o cualquier otro familiar en una residencia geriátrica. Hasta hace poco tiempo, las residencias de ancianos estaban consideradas como lugares donde se «aparcaba» o «abandonaba» al anciano que no se podía atender en casa.
De vez en cuando, escuchamos alguna noticia negativa relacionada con personas mayores y residencias de ancianos. Son notícias que aun siendo precisamente eso, noticia por su excepcionalidad, pueden pintar en nuestra mente una idea totalmente falsa e injusta del trato y cuidados que se ofrecen en los centros geriátricos.
Gracias al trabajo de los profesionales, esta idea ha ido cambiando, y se ha podido comprobar que la convivencia y sociabilización dentro de una residencia permite aumentar la esperanza de vida.
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Motivos por los que algunos tienen sentimientos de culpa
El sentimiento de culpa aparece cuando se produce un choque entre el modelo ideal de conducta interiorizado y lo que se hace en realidad.
Cuando alguien está atrapado en la culpa, no se gusta, se descalifica, se tortura y se siente incapaz de tomar las riendas de su vida.
Los cuidadores a menudo sienten que llevar a la persona a una residencia es una traición. Usted puede sentir que ha dejado a la persona, o que debería haberse hecho cargo por más tiempo.
Es posible que haya prometido previamente a la persona que usted siempre iba cuidar de ella en su casa y ahora se siente obligada a romper esa promesa.
Recuerde que las promesas fueron hechas probablemente en una situación completamente diferente, cuando no tenía idea de lo que podría suceder en el futuro.
Puede ser de ayuda hablar con otros cuidadores en un grupo de apoyo, pero no deje que otros que todavía están cuidando en casa influyan en su sentimiento de culpa. La situación de cada persona es diferente y, al igual que en otros ámbitos de la vida, no debemos compararnos con otras personas.
Nunca olvidaré el día que tuve que dejar a mi mamá en un hogar de cuidado durante la primera etapa de su Alzheimer cuando todavía no cumplía los 70 años. Era la residente más joven.
Todavía me despierto por las noches con la culpa de haberla dejado mientras imploraba «Pero si yo soy tu mamá…» y yo me alejaba del oeste de Gales rumbo a mi esposo e hijos en Londres.
Aún recuerdo las cuatro horas que pasé en el auto, con el rostro inundado de lágrimas.
Mi padre me había dicho que no podía cuidar de ella y yo lo odiaba por eso. Lo que no sabíamos entonces era que él también estaba en las primeras etapas del Alzheimer.
(Testimonio de Fiona Phillips)
Es habitual que en los casos en la que la persona ingresa en la residencia con una actitud poco colaboradora o incluso en contra de su voluntad, las dudas y los sentimientos de culpa se hacen aun mayores. Este tipo de situaciones son habituales en cuadros de demencia y alzheimer, especialmente en sus fases más precoces.
En casos como el anterior, se inicia una lucha entre lo que nos dicta la razón (el enfermo necesita cuidados profesionales y estará mejor atendido) y lo que sentimos (que no somos buenos hijos, por ejemplo).
Si bien ese tipo de sentimientos no son fáciles de erradicar, especialmente cuando el residente no está de acuerdo con la nueva situación, o cuando intenta chantajear emocionalmente al hasta ahora cuidador, sí que podemos esforzarnos por actuar de tal modo que la experiencia sea lo menos traumática posible e incluso agradable. ¿Qué podemos hacer?
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El ingreso no significa abandono
El traslado a una residencia no tiene por qué significar que usted renuncia a su papel de cuidador por completo, a menos que esto sea lo que quiere; es sólo una forma diferente de cuidar. Su participación aún puede ser muy importante.
Algunos cuidadores sienten que la atención residencial les ayuda a tener una mejor relación con la persona, ya que su tiempo juntos puede ser más especial, menos estresante y más como lo que solía ser antes de que llegase la constante preocupación sobre aspectos prácticos del cuidado.
Entrar en un centro es, sin embargo, un momento de transición; puede llevar a la persona y a su cuidador un tiempo para asentarse y acostumbrarse al cambio.
Lógicamente llevar al mayor a una residencia no significa que los familiares se vayan a desatender de su ser querido. Lejos de eso, es cuando más cercanía debe de haber entre el nuevo residente y los familiares.
Las residencias hacen mucho hincapié sobre el papel que juegan los familiares en la adaptación del nuevo residente en la fase de ingreso y adaptación.
El principal objetivo que persiguen las residencias es que el acompañamiento familiar en las fases de preingreso, ingreso y adaptación de un nuevo residente al centro sea fundamental para lograr su plena integración, sin sentir un cambio demasiado brusco en su vida y mucho menos que sienta que lo están apartando de su grupo familiar.
Independientemente de nuestras circunstancias y de cómo nos sentimos nosotros y el residente ante la nueva situación, será bueno tener en cuenta algunos de los principales beneficios de ser atendido en una residencia.
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Beneficios de ser atendido en una residencia
Sociabilización
En una residencia los ancianos se relacionan entre ellos, crean amistades, salen juntos a pasear, juegan a juegos de mesa, e incluso se visitan dentro de las habitaciones.
Un informe sobre envejecimiento activo recoge que el 60% las personas con más de 85 años presenta dificultades al caminar o al vestirse, esto provoca que no salgan a la calle, provocando una reclusión perjudicial para la salud mental.
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Estimulación cerebral
La estancia en un centro activa necesariamente la mente de sus residentes con actividades y talleres programadas por los psicólogos o educadores sociales del centro.
Aprenderse los nombres del resto de residentes o ir caminando a otras plantas, practicar gimnasia suave o caminar por los jardines del centro, son actividades diarias que les ayuda a mantenerse mentalmente y físicamente activos.
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Dieta equilibrada
Los ancianos con demencia o pérdidas de memoria empiezan a tener problemas para cocinar en casa y acaban comiendo incorrectamente. En la residencia se consigue que establezcan una dieta sana y equilibrada, observándose grandes mejorías en su aspecto físico y anímico gracias al aporte correcto de los nutrientes.
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Mejor Salud
Actualmente los mayores de 65 años representan cerca del 42% de las altas hospitalarias en nuestro país, un dato que se reduce cuando las personas mayores viven en una residencia al estar controlados por un equipo médico permanente.
Por otro lado los olvidos de los ancianos sobre la toma de la medicación o las sobredosis de medicación no se dan en una residencia. Los medicamentos se guardan en la farmacia del centro y enfermería se encarga de repartirlos a las horas convenidas. También se supervisa que el residente se tome la medicación, dándola en boca o triturándola si es necesario.
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En resumen podemos decir que gracias al impagable trabajo de los profesionales que atienden a nuestros mayores en las residencias, estos están bien cuidados y atendidos, obteniendo una serie de beneficios de sociabilizar con el resto de residentes, de participar en actividades adaptadas a sus circunstancias, recibiendo una dieta equilibrada y adaptada, manteniendo un control exhaustivo en la toma de medicación y en definitiva, obteniendo una mejoría en su calidad de vida.
Y por otro lado, podemos hacer mucho de nuestra parte al participar de manera activa en ayudar al residente en su nueva situación que, tengamos en cuenta, le costará un tiempo adaptarse a ella. Nuestras llamadas y visitas regulares seguramente reforzarán la idea en el residente de que es un ser muy amado y querido por nosotros.
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